miércoles, 1 de julio de 2015

El wasabi, el vestido y el carrito

Escena de viernes al mediodía en Jerusalén. Día Sabático, como diría Dios. Los hechos narrados son verídicos, más o menos. “¡Vamos al grano, por favor!", pide el público. ¡Ahí va, loco!
Estaba con Luis, saliendo de un bolichón. Venden allí una especie de empanada de carne, algo particular en Israel. Conocí este lugar justo antes de hacer un viaje y pensé “qué bajón que tengo que viajar justo ahora que conocí este bolichón”. Salíamos con Luis de comer cuando Luis vio una chica que le pareció muy linda. Nos acercamos, a una distancia prudencial. Ella no se percató de esta movida de peón. Empezó a caminar y fuimos detrás. Tenía puesto un vestido y llevaba en la mano un carrito de hacer las compras y lo bamboleaba en el aire. A los pocos metros, vi a una vieja escupiéndole en la cara a un viejo y grité. Esto hizo que Luis se desconcentrara y le perdimos el rastro a la chica del vestido y el carrito. Dimos una vuelta por el mercado, un poco buscando algún lugar para descansar, un poco buscando algo de comida para llevar, un poco viendo si ella aparecía. Al rato decidimos que lo más inteligente era sentarnos a esperar donde la habíamos visto.
Recordemos que llevaba el carrito en el aire, lo que significaba que estaba vacío. Luis dedujo sagazmente que estaba seguramente yendo a hacer las compras, no volviendo. Era muy posible que volviera por el mismo camino. Nos sentamos en la calle, o más bien en la vereda, en un lugar sucio con sombra, una especie de rampa incómoda. Al lado había unos escalones, también sucios, ocupados por otras personas. Al rato se fueron y nos acercamos con la velocidad del viento, como si nos hubiéramos trasladado a un palco en el Colón. Seguimos esperando, mientras yo comía helado gusto Wasabi. Es dulce y picante al mismo tiempo! Las sensaciones al comerlo son las siguientes: “uy, que rico!!!”, “uy pero es picante!!”, “sí, pero qué rico!!”, “sí, pero qué picante!!”, y así sucesivamente, ad infinitum.
Luis me preguntó si me parecía que la chica era muy linda. Le contesté que no sabía si “muy linda”, pero “linda” seguro. Y que de cualquier manera eso no tenía importancia, porque lo importante era que le había gustado a él. Dijo un poco en chiste y un poco en serio que no estaba seguro de que ella le gustara, que básicamente le había gustado el vestido.
Seguimos allí esperando a que ella pasara. Había bastante de romántico. Yo le pregunté si quería poner un post al respecto en Facebook, tratando de encontrarla de esa manera, disimulado con una capa de humor. Él me dijo con sensatez que no: eso le hubiera provocado al asunto perder todo el romanticismo.
Los dos cabeceábamos del sueño de a ratos, hasta que ella apareció y él fue detrás suyo. Hablaron y él volvió luego de un par de minutos, con el triunfo anotado en un papelito. “Y?” “Y?”… sí, efectivamente, no habíamos esperado en vano, ella había anotado toda la información necesaria. Él sonrió y me dijo “Re bien, venden de esos en la calle Shatz”.

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